FAMILIA EXTRATERRESTRE
A mi abuela Mirtha en su cumpleaños
EL BARRIO
La gente de mi barrio es muy unida, en la cuadra somos cuatro niños solamente: Rolandito, Mandy, Mirtica y, yo que soy Elizabeth.
A la que más admiro es a Mirtica que sueña con ser criminalista, es muy inteligente y se pasa la vida investigando cualquier cosa que sucede: qué niño travieso le ha cortado el rabo a la lagartija verde, cuál perro del barrio fue el que le pegó las pulgas a su perrita Pritty, dónde van a parar las goticas de agua que se deslizan por la ventana cuando llueve.
A cada caso le abre un expediente donde va anotando las pistas y los sospechosos.
EL DELITO
Quisimos celebrarle el cumpleaños de María, la señora más viejita de la cuadra, con una fiesta igual a la de cualquiera de nosotros. Y la noche antes, para darle la sorpresa cuando ella se levantara, colocamos hilos de pita de pescar de un lado a otro de la calle con muchísimas banderitas, cadenetas y globos.
Ensayamos hasta muy tarde la declamación de los poemas y la danza que íbamos a presentar. Rolando, como no estaba seguro de haberse aprendido el último pasillo del baile, fue el primero en levantarse y cuando se asomó a la puerta vio que los adornos habían desaparecido.
Desde nuestras camas todos escuchamos su alarido:
_ ¡Un delito Mirtica, un delito!
YO RESOLVERÉ EL CRIMEN
Intrigados salimos en avalancha para el medio de la calle. Y ya Mirtica estaba con lupa y libreta en mano.
_ No contaminen la escena del crimen, hay que preservarla. ¡Yo resolveré el caso!- nos gritó muy alterada
Todos los vecinos hablaban y discutían al mismo tiempo con una algarabía irresistible, y nuestra investigadora volvió a gritar:
_ Vuelvan a sus casas, nadie quedará sin ser interrogado.
Rolandito fue el primero y le explicó:
-No es la única vez que esto sucede, un día en una fiesta desaparecieron nuestros papalotes y otros cachivaches.
_Pues debieron comunicármelo- le dijo enojada, y se dirigió a casa de Andrés, el médico que vivía justo encima de la cumpleañera.
_ Doctor, ¿anoche usted sintió algún ruido afuera?
_ Sí, llegué sobre la una de la madrugada porque fui a ver un paciente, y escuché un ajetreo en la calle.
_ Entonces, fue a la una de la mañana. ¿Y no se asomó a la puerta?
_No, porque pensé que era Pritty jugando con la basura.
Mirtica quiso comprobar lo dicho por el doctor y fue a entrevistar a la madre de Mandy.
_¿Estas investigando la pérdida de anoche? – le preguntó apenas abrió la puerta.
_ Sí, ¿usted no oyó nada en la calle?
_No, pero mi hijo me despertó a la una de la mañana para decirme que había escuchado que estaban arrastrando papeles por la acera, pero yo pensé en los compañeros de la basura.
Mirtica con esta otra respuesta confirmó la hora del delito, y enseguida lo apuntó en su agenda. Fue entrevistando vecino por vecino hasta que se dio cuenta que solo faltaba María, y se encaminó hacia su casa.
Ella la recibió muy educada y amable como siempre, pero no la mandó a pasar, y a nuestra detective esta situación le pareció extraña:
_ ¿Le sucede algo María?, usted no me ha invitado a entrar.
_Mi niña es que tengo todo regado y me da pena contigo, estoy haciendo limpieza general, ¿qué querías preguntarme?
_ Saber si escuchó algo extraño la noche del robo.
_ ¿Qué robo mi amor?
_El de los adornos, es imposible que con el sueño tan ligero que usted tiene no haya escuchado nada.
-¿Sueño ligero yo?
– Siempre me da las quejas de los ladridos de Pritty cuando se queda fuera de mi casa.
_ ¿Y Pritty se quedó anoche afuera?
_Sí, no quiso entrar cuando mamá la llamó, y está raro que no ladrara, como hace siempre, al ver a extraños, ¿no cree?
En ese momento sonó el timbre del teléfono de la casa de María, y se disculpó para atender la llamada; entonces Mirtica aprovechó para mirar por la rendija de la puerta, ¡y qué sorpresa, o mejor dicho, qué satisfacción: el caso estaba resuelto! La sala era un amasijo de cadenetas y banderitas, y sobre una mesa entre miles de tarecos estaban amontonados los papalotes que había mencionado Armandito.
Mirtica pasó con disimulo y le preguntó el origen de todas aquellas cosas, para su asombro, María afirmó con mucha serenidad, que eran los regalos que cada noche dejaban los extraterrestres sobre su almohada.
Mi amiga fue directo a ver a la geriatra, ella le explicó que esa enfermedad de la mente es común en los viejitos, y le aconsejó que los niños del barrio debíamos cooperar con ella, pues no tenía familia que es tan importante. Nadie debía quitarle la razón, sino como dicen en la calle: “seguirle la corriente”.
UN FINAL FELIZ
Su cumpleaños se realizó sin adornos, pero todos se hicieron los de la vista gorda. Hubo mucha alegría, y la que más se divirtió fue ella pues le encantan los dulces con mucho merengue rosado y había en abundancia.
Días más tarde a Mirtica se le ocurrió que cada uno de nosotros le pintara semanalmente un dibujo a María, acompañado de una cariñosa carta, con remitente de cualquier planeta que no fuera la Tierra. Esto lo seguiremos haciendo mientras ella viva, porque ahora nosotros: somos su familia.
RECUERDA
Si tú pasas por mi barrio
siempre serás bienvenido;
mi familia extraterrestre,
te espera sin altiveces.
.